viernes, 25 de diciembre de 2009

[Momento de REFLEXIÓN]

Hace tiempo, escribí un texto, pero no pude seguirlo, y hoy en día, tampoco puedo. La sinceridad duele, a veces depende de qué sea, duele más. Yo soy muy sincera, y por eso me propuse romper barreras y demostrar que la fibromialgia no es lo que todos dicen, no te tienes que hundir en la miseria por tenerla, solamente hace falta que tengas voluntad y digas "yo soy más fuerte que la fibromialgia". El por qué por el cual no puedo seguir el texto, es que, la mayoria de veces, al repasarlo, me pongo a llorar. Detrás de todo el caparazón, me escondo yo, y a veces las cosas reales, duelen.
Por tanto, aquí pongo el texto, o lo que llevo de texto, para que se juzgue, y se lea, se interprete como se quiera, per sobretodo, que se entienda qué es una parte de la fibromialgia.


"Cuando la gente me pregunta qué edad tengo, al responder diecisiete, se sorprenden. Me dicen “que joven eres”, o “¿de verdad lo padeces?”. La fibromialgia ataca a todos. No tiene una víctima establecida, todos podemos tenerlo, y no saberlo. Ese fue mi caso. Levantarse como si no hubieras dormido, como si, durante las horas que pasamos entre sábanas fuera en vano, ya que te levantas cansado, chafado, sin ganas de nada. Andar, coger algo, es un esfuerzo físico. A todos los que padecemos esta enfermedad se nos ha caído alguna cosa de las manos alguna vez. A mi, por ejemplo, libros que uso a diario se han desprendido de mis manos gracias a la falta de fuerza. Parece exagerado, a mi también me lo parecía. Pero es real. Cuando yo tenía diez años, y mi madre padecía la enfermedad, no creía que fuera para tanto. Pensaba que era una especie de “estrategia” para no hacer cosas. A medida que crecí, seguí pensándolo. Hasta que, cuando tenía unos quince años, me detectaron diecisiete de los dieciocho puntos que indican que padeces la enfermedad. Ese día, sin saberlo, fue el peor de mi vida. Y lo fue porque yo no era consciente de lo que conllevaba. Sí, tenía contracturas, pero tenía quince años. No me daba cuenta realmente de lo que significaba el dolor. Ahora soy consciente, y lo soy porque la fibromialgia perjudica mis días. Para poner un ejemplo, para mí, un día significa parte de alegría por saber todo lo que me espera, de saber que soy joven y que tengo muchas cosas por delante. Pero, por otra parte, significa esfuerzo, sufrimiento, dolor. Al acabar la rutina, cuando toca ir a dormir, me tumbo, y duele. Duele el cuerpo, duele todo. Pero también te duele sentirte así, saber que, no podrás hacer la mayoría de las cosas que hace la gente de a pie, que no sufren un dolor crónico (sí, la fibromialgia es un dolor que nunca se irá), y que, pasan la vida felices. Cuando me diagnosticaron la enfermedad, me dijeron todo lo que me pasaría. Depresiones, angustia, ganas de dejar de vivir, soledad, rechazo... Y yo, me lo creí. Todo mi alrededor me rechazaba, todo mi alrededor se reía de mi, todo mi alrededor se alegraba de mi carga. Pero no.
A pesar de todo, mi vida no cambió hasta los quince años, más o menos. Y me di cuenta un día normal y corriente. Como los días de fiesta, salía con mis amigos, me apresuré en arreglarme, y salir hacia el lugar de quedada. Cuando empecé a correr, de golpe, mi pierna izquierda se frenó. Un tirón, pensé. Pero, ese hormigueo no se iba. Y yo seguía caminando y corriendo, hasta que no pude seguir. Ahí es cuando pensé “ya no soy una niña”.
Para dar un simple ejemplo de qué es la fibromialgia, solamente pido que imaginéis un hecho que realizamos cada día; lavarnos el pelo. Después de coger el champú, frotamos el gel para que el pelo se llene de espuma. ¿Cuánto podemos estar haciendo un masaje para que el pelo se llene de espuma? ¿Dos minutos? Una vez acabamos, nos pasamos agua para quitar la espuma, y el pelo está limpio. Ahora, digo cómo me lavo el pelo. Primero cojo el champú, y me lo pongo en las manos. Subo los brazos, froto para que no me caiga a la cara, y bajo los brazos. Con una mano, empiezo una parte de la cabeza, y para descansarla, con la otra mano sigo la otra mitad. Para aclararme el pelo, primero me aclaro la parte de delante, para que no me caiga la espuma hacia la cara. Descanso los brazos. Vuelvo a subirlos, y aclaro el resto del pelo. Tardo unos diez minutos en lavarme solamente el pelo. Y eso, es sólo una parte de toda mi rutina alterada por la fibromialgia.
Cargar con un objeto, cada día lo hacemos. Puede ir desde una carga muy pesada, hasta un simple libro, que su peso es poco pesado. Cada día, cuando preparo la mochila, cojo varios libros, y no pesan demasiado. Cuando un día se te caen y no sabes por qué, te preguntas ¿y esto?. Cuando coges un plato para ponerte la comida y se te cae, te preguntas ¿por qué?. Los músculos, a veces, no responden. Para hacerlo más fácil, podríamos compararlo con las máquinas que hay en las ferias, que tienen una pinza dentro para coger los premios que hay al fondo. Das la posición correcta, pulsas el botón, pero una vez coge el premio, la pinza suelta el objecto. No tiene fuerza. Es una metáfora, espero que sirva de ejemplo. "




Todo conlleva su tiempo. Poco a poco, este texto se irá alargando. En cada momento de reflexión, incluiré las diversas nuevas partes del texto.
"De mica en mica, s'omple la pica".

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